los dos... --Vete, te digo --insistió la madre. Y David se escurrió por el pasillo en busca del refugio de su cuarto. Agradeció a la madre su presencia y descubrió de pronto que con ella nunca se equivocaba: siempre sabía lo que le iba a pedir y todo lo que de ella podía esperar. Era injusta y confusa y se contradecía, pero establecía entre ellos dos una relación tranquila a pesar de su brusquedad, sus gritos, las furiosas