el mismo de la televisión, allá en el café de Beppo, pero con la pantalla no importa, porque se comprenden las cosas viendo a los explicadores.» Lo peor de Anunziata, sin embargo, es su solapada vigilancia para apartar al abuelo del niño. El viejo sospecha advertencias de Andrea contra posibles contagios de un enfermo que, además, es fumador. «¡Pero si cada día fumo menos!», se indigna. «Bien está que al niño dormido