a cien kilómetros de un mar que nunca has alcanzado. El mar de los veranos grises y la arena fina. El mar de los veranos azul marino y blanco y el yodo en la piel y los cimientos poderosos en que se asientan las villas de la playa. Te veo por las noches en esa pérgola rodeada de hortensias que tan bien me describes, girando entre los brazos de una muchacha, mientras suena una música seguramente suave. He escrito a Julián. Una carta