burrito blanco que se aproximaba triscando y a cuyos lomos suaves cabalgaban tres mocitas que no habían de sumar entre todas la treintena. Este detalle me hizo sospechar que no debía de haber traspuesto aún los umbrales del más allá, porque no dudo de que quien allí me aguarde conozca mis más secretos desvaríos, pero mucho me extrañaría que estuviera tan dispuesto a complacerlos.