seme días. Me asomaba a cada rato ansiosa a la cuna y este gesto te irritaba: "No le pasa nada, Angelina, déjalo, le estás quitando el aire." ¡Pobre hijo nuestro! Una noche, empezó a quejarse horriblemente. En París, en 1917, había una epidemia de meningitis. Después todo fue muy rápido. El niño cuya cabeza antes se perdía entre las sábanas llegó a ser todo cabeza y a ti te horrorizaba ese cráneo