melas no podía ser más que un poeta. Lo miré con una admiración desmedida. Hasta su enfermedad adquiría ahora nobleza. "Este viejo es grande. No explica sus estados de ánimo, no incrimina a la vida, no se ha quejado una sola vez, no exhibe sus llagas como un mendigo para atraer la compasión. No habla. Y éste, su teatrito, es tan altivo, ¡tan dueño de sí como él!" No pude contenerme y