pertenecía al mundo de lo celeste? ¿Acaso porque ella era todavía un ser humano porque aún vivía? Luchaban las fuerzas oscuras con las melódicas ondas órficas y éstas, a su vez, contendían con la realidad. Todo era y sucedía como en la vida terrestre: el mal, la armonía y los actos humanos se alternaban en concéntricos e interminables círculos. Pero Jano, soñando, no se hizo más preguntas. Prefirió sumergirse en la música-lumbre del maravilloso jardín. Dormido