una decisión. De súbito como cuando el viejo se alzó contra la sombra inquietante, el cuerpecito se mueve, se destapa, deja caer al suelo dos piernecitas por encima de la barandilla y al pisar el suelo se hiergue, se suelta de los barrotes, se vuelve hacia el abuelo sentado... ¡y da tres pasitos tambaleantes, él solo, hasta llegar a los viejos brazos conmovidos! Brazos que le acogen, le estrechan, le apretujan, se reblandecen en torno a