para desprender las mondas de mandarina que se le habían adherido, resopló un rato y dijo luego con voz recriminatoria: --Me dijiste que ibas a volver en un par de horas y han pasado varios días. ¿Qué te habría costado telefonear? ¿Qué has hecho con mis pestañas postizas? ¿Qué haces con la cara pintada de negro y la ropa hecha girones? --Cándida, me han pasado historias sin cuento --le dije--, que ahora no tengo tiempo