se su propio nombramiento se halle inscrito entre las determinaciones objetivas de la historia. El sentimiento moral de Eisenhower -y acaso el de la mayor parte del pueblo norteamericano- no podía aplacarse con ser sencillamente el que lo ha hecho, como autosustentándose en las solas credenciales subjetivas de una iniciativa contingente y una decisión particular autóctona, sino que necesita ser quién para hacerlo, "tener títulos" para ello -por aplicar en un más vasto y radical sentido la expresión