Comprobé que la Emilia seguía o aparentaba seguir dormida. Sin dar explicaciones me levanté, fui al cuarto de baño y rompí la foto en minúsculos fragmentos que arrojé al wáter. Don Plutarquete me alcanzó cuando tiraba de la cadena y ambos contemplamos mudos cómo el torbellino se llevaba los vestigios del pasado camino del ancho mar. --Hombre de dios, ¿qué ha hecho usted? --dijo el anonadado profesor. --Crea, si quiere, que estoy loco. Muy pocos diferirán