la dejamos reposar y nos pusimos a observarla, aguardando a que el antídoto surtiera su efecto benéfico o acabara de mandarla al otro mundo con piadosa celeridad. No se hizo larga la espera, porque sabido es que la naturaleza confiere a los humanos un buen gusto innato en materia alimenticia, aunque no siempre los medios necesarios para satisfacerlo, y así acaeció que el estómago de la periodista se sublevó y la liberó, por muy grosero procedimiento, de las morbíficas sustancias