Pero yo, inspector, no sé cómo pude hacerle la primera cura bajo mi estado de excitación, viendo a la pobre Pippon destrozada y hallandome sola, porque el señor de Villemont había corrido a avisar. INSPEC.- Lamentable, lamentable. En fin, me debo retirar... ELIN.- Creo que al desmayarme del dolor y del miedo evité, precisamente, que se ensañasen contra mí como se ensañaron con la vieja Pippon. Estoy aturdido, eso es