preguntó: "¿Había envejecido mucho tu padre?" Yo no supe qué responderle, pues sus ojos se humedecieron de lágrimas y tuve la impresión de que no me escucharía, como si ya nada importara tu último aspecto. Y, para romper aquel silencio lacrimoso que ella imponía,ledije:"¿Erademipadreaquellacareta?" "¿Qué careta?" Y después de unos instantes recordó. "¡Ah! sí, claro. Era suya." Y me contó que la habías llevado en un baile de disfraces cuando tenías quince años. Durante