rodeaban. Nada se movía junto a ella. Nadie la miraba desde la cancela. Y, sin embargo, cuando ella desaparecía, en la soledad de mi dormitorio y desde aquel perfecto silencio, me sentía empujada hasta el borde mismo de unsiniestroterritorio.Eraellugarquehabitabaelgitano. Los signos que me anunciaban su llegada se multiplicaban a mi alrededor haciendome guiños desde todos los rincones. A veces era un ligero vaho sobre el cristal de mi ventana