con sus labios pintados de un rojo intenso. A pesar de ello me negaba a creer en la afirmación de Santiago. Sospechaba que me había mentido para que le dejara dormir y porque, como ya sabía, disfrutaba asustandome. Entré en mi habitación decidida a dormir y a olvidarmedeaquellaaventurasinsentido.Queríaconvencerme de que Bene estaría sola, dando un paseo por el jardín o por cualquier otra parte, como se suele hacer cuando se sufre de insomnio. No encendí la luz y, en medio