aquella vez que buscabas la complicidad de cierto Ministro. Y la conseguíste, ¿verdad? No te puedes quejar. ERNESTO.- No eres más que una zorra. MATILDE.- Pero por vocación. Me gustan tanto los hombres,quesihubieratenidoladesgraciadenacer hombre, habría sido como tú. (Sombrío, ofendido, temblando de ira, Ernesto no responde y se aleja de su sonriente mujer secandose el sudor de la frente con un