te indiferente, volviendome la espalda y abandonandome a la duda sobre tu verdadera identidad. Pero aquella ligera esperanza de que tú pudieras ahora jugar a aparecerte desde la cancela se desvaneció enseguida. De alguna manera, yo supe desde el principioqueaquelhilonohabíasidomovidoportus manos, sino por otras incomparablemente más poderosas y que yo nunca supe cómo llamar. Santiago y yo habíamos sido durante mucho tiempo "los niños". Nuestra orfandad provocaba en