no preguntár. Ahora sabía que yo había visto y, sin embargo, eso no parecía preocuparla lo más mínimo. Se quedó pensativa, simulando que deseaba ayudarme. Se dirigía a mí suponiendo, en voz alta, algún rasgo enfermizo demimente.¡Quéhabilidaddesplegóduranteel camino de regreso! Se dedicó a consolarme con toda su ternura, aconsejandome y preguntandome. --¿Duermes bien? --Sí --le respondí--. Pero