Abrí la puerta de Santiago llena de temores, presintiendo algo oscuro, impreciso. Mi hermano se había quedado dormido con un libro en la mano y la lámpara encendida. --¿Qué pasa? --dijo con sobresalto al escuchar mi voz. --Tengomiedo--lerespondí,deseandoquerecordara un tiempo ya pasado en el que yo le despertaba por las noches con esa misma frase. Pero esta vez me respondió fastidiado: --¿Todavía tienes miedo? ¡Con