sabía llena de razón. Aún recuerdo cómo salí al encuentro de las mujeres que venían hacia mí, contra mí, para socorrer a Mari-Nieves. "¡Que esta imbécil no vuelva por aquí!", les dije plantada en medio del camino, impidiendoles deliberadamenteelpaso,deseandoparalizarlas también a ellas sólo con mi voz y mi voluntad. Se quedaron desconcertadas. Mari-Nieves había escapado sola de la chumbera y venía hacia nosotras andando lentamente, con las piernas muy