delanteras. En su interior encontré unos zapatos deformes y gastados por ti, unas zapatillas rotas, un reloj despertador que ya no funcionaba y una careta arrugada que dejaba entrever, entre las dobleces del cartón, un rostro hermoso con mirada de diablo. Me hizograciayladepositésobrelamesillaparaverlabien. Aquellos insignificantes objetos cobraron a mis ojos una extraña elocuencia. Emanaban algo de ti que escapaba a las palabras. Al salir descubrí a Emilia. Su quietud fantasmal