Al abrir la puerta de aquel cuarto, temí que se decepcionara ante el vaho de humedad que se desprendía de su interior. En él se distribuían, sin ningún concierto, una cama turca, una mesa muy grande, varios sillones de mimbreyungranarmario.Unaalfombracubríatodoel suelo y parecía no haber sido nunca pisada. Había también objetos de adorno colocados de manera arbitraria, como si hubieran sido dejados allí provisionalmente. Después de un largo silencio,