como un amago de esperanza, dedicada a Bene, quien ni siquiera le miró, mientras iba y venía recogiendo la mesa, amparada en una firme distancia que parecía haber venido a socorrerla. Había escuchado con la mayor naturalidad aquella desagradable conversación en torno a ella. Nuestropadresemarchóalamanecer,comohabía anunciado. Ni siquiera se despidió de nosotros. Siempre era así, de golpe desaparecía de nuestra vida en la que, por otra parte, tan poca importancia tenía. Pero esta vez