nuevo en presencia de la Emilia, se hizo a un lado el anciano historiador y apenas hubimos entrado manipuló un cerrojo de alta seguridad que transformó su hogar en arca sellada. --Siganme al dormitorio --dijo con voz queda--. Voyaalisarunpocolassábanasycolocaremosallí a este desdichado. --Es una chica, don Plutarquete --dije yo. --¡Qué desgracia más grande, con lo que a mí me gustan las chicas! --exclamó