mantenía a raya se apercibieron de mi turbación ni de los negros presagios que la imaginación me iba presentando a examen. Procuré comportarme como el más consumado de los pasajeros y pasé la mayor parte del vuelo tratando de provocarme el vómito para no desdeñar la bolsita quealguienhabíacolocadoatalefectodelante de mi asiento. Cuando hube puesto ambos pies en tierra firme y zanjado en el retrete del aeropuerto de Madrid ciertos apremios, volví a sentirme seguro de mí