su casa por ropa limpia. Celebramos, pues, capítulo y les expuse en sucintos términos castrenses el plan que para el día había trazado, plan que si bien no suscitó en la concurrencia la admiración a la que me consideraba acreedor, fue aprobado por unanimidad y sin enmiendas. Andábamosunpocoescasosdedineroyelcoche de la Emilia necesitaba gasolina. El magnánimo vejete nos prestó lo que tenía a mano. Me volví a colocar la coleta que había dejado colgada de un perchero