empinada calle. A mis espaldas oí cómo la Emilia cerraba el coche con innecesaria violencia y cómo sus pasos decididos se perdían calle arriba, en dirección a su hogar. Capítulo decimosegundo DE LA VELEIDAD, O EL DESTINO CAMINABA yo muy concentrado en lo que hacía, en parteparaalejardemimentelatristezadequela separación la iba impregnando y en parte para no tropezar con los cubos de basura que salpimentaban la acera, cuando recordé que todavía llevaba puesto el