, rubicundo y cachigordo, que desprendía un relajante olor a ajo y desinfectante y que se disculpó por la tardanza alegando que su coche había sido sepultado por un empleado desdeñoso de los privilegios de la profesión en la planta tres del parking dondelodejabaapupilaje,aloqueagregódeun tirón, viendo que el recuento de su agravio no despertaba nuestro interés, que dónde estaba el paciente. Aclarada la cuestión, pidió que lo dejáramos solo y se encerró en