uno mismo, lisa y llanamente, o sea así por las buenas, como se es hablante de una lengua, sino algo que sólo se puede ser beligerantemente contra alguien, es decir, como armada y erizada negación de otro. Así es que los rabiosos y jeremiacos arzalluses deberían repararenlocómicodelhechodequesusmaestrosypredecesoresmás conspicuos han florecido a menudo justamente entre esos mismos homínidos a los que aún parecen necesitar seguir mirando, de manera unívoca, como hostiles opresores. Se conoce que el sentimiento de tener un enemigo