de decir-, dirán sin vacilar, como el del chiste de las adivinanzas: "¡La polla!"; y verdaderamente podríamos perdonarles tanta euforia, porque el caso parece como hecho de molde para dar pábulo a sus fantasmagorías. En efecto, no hay másquerepararenquesi,dejandonosllevarporlaobsesiónsexualdelos psicoanalistas, nos empeñásemos en que esa espada fuese realmente la polla (no es por hacerme aquí el bruto, ni el paleto, ni el Cela, ni el castizo: es porque si pongo "pene", "falo" o "linga" me entra la risa floja y ya no