dentro tanto amor como ella para soportarlo. Tenía la camisa empapada de sudor, como la había visto la primera vez en la feria, y llevaba la misma correa y las mismas alforjas de cuero descosido con adornos de plata. Bayardo SanRomándiounpasoadelante,sinocuparsedelas otras bordadoras atónitas, y puso las alforjas en la máquina de coser. --Bueno --dijo--, aquí estoy. Llevaba la maleta de la ropa para quedarse