maldad, y pondrá a los individuos como orígenes absolutos y estancos frente a la turbadora idea de un bien y un mal fluidos, ubicuos, permeantes, contagiosos, transpersona y metapersonales, que recorren el cuerpo social entero como unaunidadcontinua.Elhorroraunaideasemejanteleimponealdébil moral la necesidad ideológica de reducir a las personas a encarnaciones ontológicas y, por consiguiente, unívocas, del bien y el mal; y por eso es ese horror lo que realmente propugna y sustenta en el alma del débil moral,