1981 MEJOR DICHO, no he necesitado en modo alguno serlo para sentirme latir las sienes en una ola de ira, de repugnancia y de sonrojo ante el espectáculo de Nancy Reagan en la jura de su esposo. Si puede haber en el mundo algunaexpresióndelrostrohumanoquemerezcallamarsevomitiva,es esa expresión de devoción, de incondicionalidad, de entrega, de deliquio, de éxtasis con la que Nancy Reagan fija los ojos en su dueño y señor en el preciso instante de su triunfo supremo y su divinización. Si aún queda en