, sobre la mesa del salón. Adriana quedó desarmada ante aquel regreso, cordial y lleno de proyectos sinceros para los dos, de Marescu. Ella sonreía al principio escéptica y segura de sí misma, pero luego escuchó atentamente los informes del arquitecto. Más tarde, cuando todos seretiraronadormir,sesumergióvorazmenteenel montón de periódicos italianos que a Marescu le habían proporcionado en el Consulado; periódicos de las dos últimas semanas que daban puntual cuenta del incesante desmantelamiento