los guijarros de la orilla, preludiaba una de las primeras borrascas otoñales y carcomía con su húmedo soplo las maderas de las galerías del balneario. En medio de la noche, Jano saltó de la cama empapado de sudor. Al hacerlo volvió a oír, a lo lejos, resonareloleajedellagoyviobrillarlosrelámpagos sobre las montañas. Fue probablemente aquel rumor el que le produjo la pesadilla, el que le había transportado en sueños a otro lago; a otro lago que estaba