alegría, habías conformado cuanto el hombre puede apresar de excelso durante unos instantes. »Solías interpretar algún fragmento de Debussy o de Satie, pero siempre acababas degollando la melodía. Al final clavabas y clavabas insistentemente tus dedos en las teclas --en las mismas teclas-- y el pianoresonabamonocorde,insistente.Elpianoacababa enloqueciendo como enloqueció aquella noche la melodía de Bach en el tocadiscos de Peter, cuando se durmió y el disco seguía girando obsesivo, estridente. Algunas