Florencia. Aparecía un jardín, un paradisíaco jardín en el que regían las leyes de Orfeo, las vibraciones de Orfeo. ¿Dónde estaría aquel jardín? Había un círculo perfecto de arbustos floridos y dentro de él otro círculo --no cerrado-- de ángeles y de seres beatíficosquegirabanydanzabanalsondeuna música inaudible; una música que sólo parecían oír los que giraban. Dentro de este círculo de seres humanos y celestes se encontraba otro círculo más pequeño,