dos perfiles --teñida por la sorpresa y el humor-- no debía, no podía, repetirse. »Pronto me olvidé del cartel de Leonardo y solamente me interesé por tu perfil. A veces, difícilmente podía verte el rostro, aquel rostro que más tarde,alcontemplarloconprecisión,nadateníaque ver con el de Isabel d'Este, sino más bien con un rostro de Sandro Botticelli. El juego continuaba. ¿Se asemejaba tu rostro al de algunas de las mujeres de