de aquel libro quedaba muy por detrás de la realidad que nos rodeaba: de nuestro bosque. El bosque de Thoreau quedaba convertido en pura teoría inanimada al lado del bosque que, juntos o separados, cruzábamos al atardecer, de regreso de nuestro paseo al pueblo. Mucho más meconmoviólalecturaqueunanochemehiciste de los poemas de Le Città del Silenzio, de D'Annunzio. Yo, que conocía muy mal a este autor, no dejé de mostrarte en principio mi desconfianza. Todavía