con reciedumbre, se hallaba en ese punto en que su descomposición se había detenido; ese punto en que se oxidaban los grumos ocres, los verdemusgo, los marrones vinosos. »La vida, Francesca, temblaba en el rostro resignado del ángel y en la azulada paloma pechugona quecontemplabalaescenaconavidez.Apesardela aspereza de la materia ¡cuánta ternura! ¡Qué lejos la espiritualidad de aquel ángel de Verona de la ternura del ángel-músico de Melozzo da Forli! Recuerdo