no eran pocos los casos) se complacía en imaginar el punto de partida y el punto de destino del viajero y los motivos que le llevaban a cubrir aquel trayecto en vez de permanecer en su casa entregado a sus aficiones o a la simple molicie. Paradójicamente,aquelladistracciónleasentaba en la butaca aún más de lo que su voluntad requería. Tenía por costumbre instalarse en una vieja y cómoda butaca de brazos, con alguna bebida (un cuba libre o un