favor. Echó a andar, desolado, sin rumbo, pensando que desvariaba a menudo, que aquel asunto acabaría por hacerle perder la cabeza de una vez por todas. Acaso --pensó-- fuera mejor así, sumirse en un estado de idiotez o de locura que leapartaradelaconcienciadepérdida,delavida real, la que había sido la suya propia desde el día de su juventud en que pudo ascender a una cierta independencia y seguridad cotidianas; la que