desamparo, no sentía indiferencia, solamente repetía y repetía el dibujo de la silueta como atrapado por un vértigo ajeno a él hasta que tembló y el temblor alteró el frenesí. La mente se sustrajo a él como si saltara de untrenenmarcha;lasiluetadelcuerpofueapartandose de ella en fogonazos cada vez más lejanos. Miró la superficie regular del techo impecablemente gris, o creyó que la miraba: Era exactamente igual que el paisaje de color de plomo