inspectores y tanta policía que me pregunté si estarían ahí para detenerme. Cuando me desplomé en el asiento del avión, pensé con alivio: «¡Es un milagro!» Debí de perder la conciencia, porque desperté en pleno vuelo, en el momento en que la azafata colocabalasbandejasparalacomida. Durante los tramos a Viena y a Frankfurt me acompañó un agradable sentimiento de hallarme a salvo; pero entre Frankfurt y Buenos Aires por primera vez me