mi aplomo. --Si me queda alguno, se lo dejo en el hotel Khayam. Pidalo al conserje --contesté fríamente. Salí a la calle y me precipité en un taxi, de lo que me arrepentí en el acto, porque entre esa muchedumbre, apiehubieraavanzadoconmayorrapidez.Desde luego, me hubiera extraviado. En la recepción del Khayam ordené que prepararan la cuenta. Sin esperar el ascensor corrí escaleras arriba. A la disparada metí en