los chocolates y ya me volvía cuando reflexioné que al reaparecer con ellos quizá agregara un toque ridículo a un momento maravilloso. De algo estoy seguro: no me demoré en la plaza, porque hacía frío, y en La Fenice me encaminé directamente a nuestro palco. Por eso measombróverallíaDaniela,sentadacomoladejé un rato antes, acodada en el terciopelo rojo de la baranda. Se diría que en todo ese tiempo no había cambiado de posición. Atiné a alcanzarle los chocolates,