! Temblando de rabia, repliqué: --Le agradezco la franqueza, que trataré de retribuir. Ese mismo hombre que usted no quiere socorrer dispone de lo que podría ser para usted la verdadera salvación. --Mire --contestó--, ¿no le parece que hace demasiado calorparaandarconacertijos? --Está bien. Se lo digo claramente: usted se está quedando calvo. Me miró sin pestañar. --¿Y por casa cómo andamos? --preguntó--.