se dejó desnudar sin reservas en el dormitorio iluminado, a salvo ya de todos los miedos aprendidos que le habían malogrado la vida. "Fue muy fácil --me dijo--, porque estaba resuelta a morir." La verdad es que hablaba de su desventura sin ningúnpudorparadisimularlaotradesventura,la verdadera, que le abrasaba las entrañas. Nadie hubiera sospechado siquiera, hasta que ella se decidió a contármelo, que Bayardo San Román estaba en su vida para