juveniles, tanto si tenían vocación de «res publica» como si no, estaban jugando a un juego que los entontecía. También en los tebeos de aventuras brillaba totalmente por su ausencia cualquier reflejo de realismo. Eran historias circunscritas a unas coordernadas geográficas e históricas tan lejanas que nuncaproporcionabanpistasdecomportamientoconcreto.Ymás que estimular, suponían un espejismo equivocado. ¿Qué niño tímido, de mala salud, familia con problemas económicos o un físico poco agraciado podía, por ejemplo, identificarse con El